Posted by : Vaig a Peu lunes, 2 de abril de 2018

En el extremo nororiental de Madeira se encuentra la alargada península de São Lourenço que se adentra poco más de cinco kilómetros en el venturoso océano Atlántico. La península es una formación basáltica, como la mayor parte de la isla, árida y carente de árboles. Con todo, la zona es muy apreciada por los senderistas ya que el recorrido no supera los 10 kilómetros (ida y vuelta) y, ofrece un cambio de panorama impresionante tras haber visitado las cumbres de Madeira y sus frondosos bosques de Laurisilva. Aquí nos encontramos con una estrecha franja de tierra roja, desprovista de vegetación y golpeada por ambos lados por el furor del Atlántico. Un sendero acompaña al caminante hasta la Ponta del mismo nombre, donde se alza el primer faro de la isla construido en el año 1870. Los acantilados son grandiosos y los recovecos, estrechas playas de arena negra, acantilados y pequeñas cumbres no dejarán a nadie indiferente. Al mismo tiempo la ruta no excesivamente dura. Fauna y flora única. La península marca por su relieve bajo y ondulado y por la falta de vegetación frondosa un cambio muy grande con el resto de la isla. Un paisaje rugoso que cambia mucho la imagen de Madeira. A pesar de su aspecto, la península de São Lourenço alberga más de 131 especies de plantas. No es una vegetación exuberante, pero las pequeñas plantas son muchas veces únicas. De hecho 31 especies de flores, pequeños arbustos y otras plantas son endémicas. La fauna es también muy interesante. Entre las aves, grandes colonias de gaviotas. Durante el recorrido podremos ver bisbitas camineros (Anthus bertheloti madeirensis), jilgueros (Carduelis carduelis parva), canarios (Serinus canaria canaria), cernícalos (Falco tinunculus); aves marinas como la pardela cenicienta (Calonectris diomedea), el paíño de Madeira (Oceanodroma castro), los petreles de Bulwer, (Bulweria bulwerii) y el charrán común (Sterna hirundo). El único reptil de Madeira, la lagartija (Lacerta dugesii) abunda en toda la zona. Otra de las particularidades de la fauna en la península de São Lourenço son los moluscos terrestres endémicos. 28 tipos de caracoles que no existen en ninguna otra parte del mundo. Así que cuidado con maltratar a estos frágiles seres vivos. La foca monje es la foca más escasa del mundo. Este mamífero marino que antes era común en el Mediterráneo, ha casi desaparecido por lo que si consiguen verla disfruten. Este pequeño animal, grácil y amable merece una oportunidad. La belleza de la península y la relativa facilidad de acceso hace que sea una zona muy visitada de la isla, sobre todo en verano. Al principio de la caminata se encuentra el Pico do Furado, desde donde se pueden hacer fotos muy espectaculares. Un lugar muy interesante es la Casa do Sardinha, que fue construida en el año 1905 por Manuel Bettencourt Sardinha, una especie de oasis donde se puede comer ya que hay una zona habilitada con bancos, mesas y hay agua, la única fuente de toda la península. En la casa se encuentra también el puesto de vigilancia del Parque Natural de Madeira. Desde este punto se ven hacia el sur, las islas Desertas y al norte Porto Santo. Un panorama único, dominando todo el océano.

CÓMO LLEGAR: A la península llegamos por la carretera ER-109, que nos lleva hasta Caniçal, el pueblo que guarda la extremidad de São Lourenço. El pueblo es pequeño pero interesante y merece una visita, antes o mejor después de la ruta, tomándonos una cerveza y comiendo algo en alguno de los bares de su pequeño puerto.
COMPONENTES: MONERRIS, LETI, INMA, ALICIA, MARA, SUSI, PACO Y VICENTE.
ITINERARIO: INICIO / MIRADOR1 / MIRADOR2 / MIRADOR3 / IZQUIERDA / MIRADOR4 / PICO DO FURADO / CASA DO SARDINHA / FINAL.

LA RUTA: Hoy nos vamos a recorrer la larga y delgada península de São Lourenço que junto con los islotes de Farol y de Cevada conforma la punta más al Este de la isla de Madeira, en el municipio de Machico.

Tras el desayuno y mientras esperamos la furgo hacemos fotos en el Jardim do Almirante Reis, tenemos un precioso día con algunas nubes que el aire mueve, por lo tanto mucha crema solar, cortavientos y alguna manga corta.










No hacemos paradas por el camino y vamos directos hacia el pueblo de Caniçal que es la entrada al parque natural. Como vamos muy bien de horario antes de comenzar la ruta nos acercamos al Miradouro de Ponta São Vicente.


Desde este punto tenemos buenas vistas al mar y a los acantilados, desprovistos de vegetación pero con un tenue manto verde. Vemos también Caniçal, donde un arco iris despide a las compactas nubes que el viento comienza a deshacer. 


Con la furgo bajamos hasta el aparcamiento y el panel de inicio de la ruta, donde nos calzados las botas y cargamos con las mochilas. La primera mirada al sendero es bucólica, el trazado se desliza entre las verdes laderas montañosas.


Bajamos una hondonada por escalones reforzados de madera para atravesar por medio de una pasarela el cauce de una barranquera que va al mar y, volvemos a subir por la ladera escalonadamente con vistas al ilhéu Deserta Grande.


Por camino de tierra avanzamos con miradas al mar por la derecha, al frente a nuevas puntas rocosas de inclinados desniveles por donde pulula la gente, y a la izquierda, en el filo de un farallón unos montañeros alcanzan el vértice geodésico.


La formación basáltica de esta estrecha península es muy accidentada, sus constantes altibajos han hecho que los trazados de los senderos sean verdaderas obras de ingeniería regulando desniveles y atravesando laderas inverosímiles.


Nos acercamos a otra especie de ramblizo que baja al mar por la derecha dejándonos ver parte de la alargada península y la pequeña playa de arenas negras da baía d’Abra, a la cual se suele bajar a tomar baños en verano.


Por la izquierda ya tenemos vistas al mar por el otro lado. En un rellano está situado el primer mirador con amplias miradas al océano Atlántico y la Punta de São Vicente con varios puntiagudos farallones que emergen del agua.


Comienza una fuerte subida escalonada que zigzaguea convenientemente la ladera para ir superándola, haciendo diminutos recodos o descansillos donde las vistas siguen ensanchándose, ya vemos el agujero de Ponta do Furado.


Después de la subida llegan tramos más distendidos en los que se asciende más pausadamente. Caminamos sobre tierra roja y rescoldos mucho más oscuros, restos de antiguas coladas de lava que contrastan con las zonas verdes










El segundo mirador está situado después de una corta bajada y nos permite contemplar la punta de un acantilado excepcional y, en cuyas paredes basálticas quedan a la vista las vetas de distintas coladas de lava correspondientes a varias erupciones.










Las horizontales, unas sobre otras, pero hay otras verticales que se han abierto paso rellenando túneles y cavidades. Luego en el mar, tenemos un gran pivote en diversos tonos que la incesante erosión de agua y viento ha moldeado.


Volvemos a subir rodeando las lomas para conseguir cotas más elevadas. Todos los tramos expuestos a los abismos están perfectamente protegidos por piquetas metálicas unidas por cables de acero que dan seguridad y límite a los senderos.


También han construido en lugares estratégicos pequeños muretes de piedras que sirven como bancos para sentarse, tomar un respiro y contemplar el tremendo paisaje que nos rodea, tierra, mar y cielo infinito.


Desde esta altitud enfilamos un largo tramo de sendero con menos altibajos, en donde el desnivel ganado nos permite extraordinarias panorámicas al camino recorrido hasta ahora; la intensidad azul del mar es inigualable.


Por delante la península va menguando y cada vez tenemos más cerca el Pico do Furado. A sus pies distinguimos una pequeña edificación rodeada de palmeras que sobresale entre extenso verdor de la pradera.


Hacemos una inclinada bajada por escalones y un trozo de camino embaldosado como una calzada que linda por todo el acantilado, rodeando el montículo que hemos descendido para afrontar de frente su cara que da al mar.


Este tercer mirador nos muestra como un espectacular mural de gran altura y cientos de metros que se adentran en el mar, un corte transversal de la península en la que podemos ver su composición basáltica y las múltiples coladas de lava.


Seguimos avanzando y mirando hacia atrás, vemos a golpe de zoom moverse la gente al filo del acantilado del mural por donde hemos pasado antes. A medida que nos alejamos la perspectiva del paisaje es grandiosa.


La cercanía del Pico do Furado se va haciendo realidad junto con el vergel que rodea la Casa do Sardinha, una peana nos describe algunas características de la zona. No vamos directamente a la casa, si no al pico, pasando por otro mirador.


Miramos el otro lado del océano con distintas formaciones volcánicas y hacemos de punto de encuentro para comenzar a subir al Pico do Furado. Dejamos la Casa do Sardinha a un lado rodeada de palmeras como un oasis.


La subida por la loma es escalonada con peldaños de maderos y amplia, puesto que en verano hay mucha más gente. El desnivel es asequible y la altura nos da vistas enormes con el mar por ambos lados de la península.


Los peldaños de madera dan paso a otros de roca y tierra, para luego ir angostándose el sendero al llegar a lo alto del risco donde vuelven los peldaños. Arriba hay un diminuto rellano donde la gente guarda turno para las fotos.



Pico do Furado (171 m.) la ruta termina aquí aunque la península continúa un tramo más y varios islotes casi unidos, en el último de ellos se encuentra el faro más antiguo de la isla de Madeira construido en el año 1870.

Hacemos las fotos de rigor y contemplamos el hermoso paraje. Desde este punto se ven hacia el sur, las islas Desertas y al norte Porto Santo. Un panorama único, dominando todo el océano. Emprendemos el regreso.


Descendemos pausadamente del risco y por la ladera llegamos a la Casa do Sardinha que fue construida en el año 1905 por Manuel Bettencourt Sardinha, una especie de oasis donde tomamos nuestro picnic en la zona recreativa.


Desde la casa proseguimos por un ramal diferente al de ida, admirando nuevos acantilados y piscifactorías que flotan en el mar; una bajada a otra playa de arenas negras junto a un observatorio de aves.


En esta parte nueva del recorrido descubrimos miradas inéditas a este lado de los acantilados, el precioso risco que hemos de volver a subir, visto íntegramente desde el mar con sus arrecifes, escollos y cuevas.


Empezamos a subir para unirnos al sendero principal cerrando este pequeño círculo. Delimitados por las piquetas y cables nos fijamos en distintos detalles  que antes hemos pasado por alto. Vemos una pareja de montañeros en otro risco.


El regreso no se hace monótono, nos detenemos menos tiempo en los miradores y avanzamos con más fluidez. La afluencia de gente es la justa sin causar ningún agobio, lo que nos permite marchar en grupo distendido.










Poco a poco vamos cerrando la ruta. En el primer mirador de esta mañana despedimos a un mar más embravecido, y en el otro lado al Furado, ahora más nítido, a los pies del pico del mismo nombre. Llegamos al parking.


Es pronto todavía y decidimos ir a un pequeño bar no muy lejano que le recomendaron a Monerris. Vamos a tomar lapas a la plancha y polvo (pulpo) en vinagreta, dos platos típicos de Madeira regados con buen vinho verde.
RECORRIDO: LINEAL, IDA Y VUELTA.
AGUA POTABLE EN RUTA: NO.
DISTANCIA: 8,0 KM.
TIEMPO EN MOVIMIENTO: 03:35 HORAS.
ALTURA MÁXIMA: 171 M. (Pico do Furado)
ALTURA MÍNIMA: 30 M.
DESNIVEL POSITIVO: 440 M.
DESNIVEL NEGATIVO: 440 M.
DIFICULTAD: MODERADA.

Leave a Reply

Subscribe to Posts | Subscribe to Comments

Entradas Más Visitadas

Patrocinadores:

Retales Design. Con la tecnología de Blogger.

- Copyright © Vaig a Peu - Buscando Nuevos Senderos -Metrominimalist- Template by Johanes Djogan - Blog Designed by Díez Pérez - Gráfico&Web -