Posted by : Vaig a Peu domingo, 10 de abril de 2016

La divinidad de la Pachamama (la Madre Tierra) representa a la Tierra, pero no solo el suelo o la tierra geológica, así como tampoco solo la naturaleza; es todo ello en su conjunto. No está localizada en un lugar específico, pero se concentra en ciertos lugares como manantialesvertientes, o apachetas. Es una deidad inmediata y cotidiana, que actúa directamente, por presencia y con la cual se dialoga permanentemente, ya sea pidiéndose sustento o disculpándose por alguna falta cometida en contra de la tierra y por todo lo que nos provee. No es una deidad creadora sino protectora y proveedora; cobija a los seres humanos, posibilita la vida y favorece la fecundidad y la fertilidad. A cambio de esta ayuda y protección, el pastor de la Puna Meridional está obligado a ofrendar a la Pacha parte de lo que recibe, no solo en los momentos y sitios predeterminados por el ritual sino, particularmente, en todos los acontecimientos culturalmente significativos, configurándose así una suerte de reciprocidad. Sin embargo se la considera asimismo con una faz negativa: la Pachamama tiene hambre frecuente y si no se la nutre con las ofrendas o si casualmente se la ofende, ella provoca enfermedades. Los quechuas, los aimaras y otras etnias de la región andina, realizaban ancestralmente ofrendas en su honor, sacrificando entre otros camélidos para derramar su sangre. Entre otros objetos se ofrecen hojas de coca, conchas marinas mullu y sobre todo el feto de la llama, según una creencia para fertilizar la tierra sin que faltara jamás la cosecha, este tipo de ofertorio suele llamarse en los Andes centro-meridionales «corpachada». La Pachamama, más las deidades Mallku y Amaru, conforman la trilogía de la percepción aimara sociedad - naturaleza; y sus cultos son las formas más antiguas de celebración que los aimaras realizan en la actualidad. Con la invasión de los españoles y la persecución de las religiones nativas (llamada en esa época «extirpación de idolatrías»), la deidad Pachamama, producto del sincretismo, comenzó también a ser muchas veces a través de la Virgen María. Actualmente se mantiene y conserva el sistema de creencias y rituales relacionados con la Pachamama, practicada principalmente por las comunidades quechuas y aimaras, y otros grupos étnicos que han recibido la influencia quechua-aimara, en las áreas andinas de Bolivia, Ecuador   y Perú, pero también en el norte de Chile, y en el norte de Argentina. A través de los migrantes, se ha hecho conocida en otros lugares, y se ha expandido a numerosas ciudades y grandes metrópolis modernas como Buenos Aires, por este motivo se puede ver ocasionalmente en tal ciudad (especialmente en los años noventa y a inicios del presente siglo) a gente que, por ejemplo, vuelca un poco del vino o la cerveza que está por beber diciendo: «Antes para la Pacha». Al realizar el ritual en el hogar por primera vez se debe realizar todos los años de no hacerlo se dice que se acaba la buena suerte y los alimentos que provee. El ritual central de la Pachamama o fiesta de la Madre Tierra es la challa o pago, que como ya se ha mencionado implica un acto de reciprocidad. Aunque se ha popularizado el primer día del mes de agosto como día principal para su realización, de hecho se lo practica durante todo el mes, y en muchos lugares también el primer viernes de cada mes. Las ceremonias están a cargo de personas ancianas o de mayor autoridad moral dentro de cada comunidad. En el caso del pueblo aimara esta persona recibe el nombre de 'yatiri'. También se realizan ceremonias a la Pachamama en ocasiones especiales, como al partir de viaje o al pasar por una apacheta. Según Mario Rabey y Rodolfo Merlino ―antropólogos argentinos que han estudiado la cultura andina desde los años setenta a los noventa, «el ritual más importante es el challaco». Challaco es una deformación de los vocablos quechuas ch'allay y ch'allakuy, que se refieren a la acción de ‘rociar insistentemente’, 'aspergar'; en el lenguaje corriente de los campesinos del sur de los Andes Centrales, la palabra challar se usa como sinónimo de ‘dar de comer y beber a la tierra’. El challaco, tal como se practica en la zona estudiada, abarca una compleja serie de pasos rituales que comienzan en las viviendas familiares la noche de la víspera, durante la cual se cocina una comida especial, la tijtincha, y que culminan en un ojo de agua o la toma de una acequia donde se realiza el ritual principal a la Pachamama, con una serie de ofrendas que incluyen comida, bebida, hojas de coca y cigarros. La religión centrada en la Pachamama se practica en la actualidad en forma paralela al cristianismo, al punto tal que muchas familias son simultáneamente cristianas y pachamamistas. En Bolivia la Pachamama es identificada con la Virgen de Copacabana en La Paz, la Virgen de Urkupiña en Cochabamba, y la Virgen del Socavón en Oruro. En Perú, específicamente en Puno, la Pachamama es identificada con la Virgen de la Candelaria.
COMPONENTES: YANINA, MARÍA, JUAN, PATRICIA, ALEX, BRUNO, NINO, SUSI Y VICENTE.
ITINERARIO: WAYLLABAMBA / PUESTO DE CONTROL / LLULLUCHAPAMPA / ABRA WARMIWAÑUSCA / PAQ’AYMAYO / RUNKURAQAY / LAGUNA COCHAPATA / ABRA RUNKURAQAY.

LA RUTA: Nos despiertan temprano con una taza de mate de coca que nos sirven en la tienda. Reconfortante. Recogemos nuestros enseres, preparamos la mochila y nos aseamos. El día parece más despejado y tenemos preciosas vistas a la cordillera Vicalbamba y el Nevado Salkantay (6.215 m.) que anoche no vimos.


Potente desayuno en la tienda común mientras los porteadores desmontan el campamento, y estamos preparados para la marcha. Pronto pasamos un control por los guardas forestales, donde presentamos nuestros pasaportes. Entramos en la zona de Llulluchapampa con alto grado de humedad y exuberante vegetación autóctona.


Ronald nos muestra algunos especímenes de la flor nacional del Perú la cantua, conocida también como la flor sagrada de los incas. Empieza lo bueno, un prolongado y constante desnivel de subida donde poco a poco van apareciendo los peldaños de piedras, primero como rellanos y luego como escaleras.


Es cuestión de tomárselo con calma y fijarnos en la belleza forestal que nos rodea: un impresionante bosque autóctono de uncas. Espigados árboles de delgados y retorcidos troncos de corteza liviana de color claro, y con poca copa vegetal, que sobresalen de la verde vegetación de matorral bajo. Ladeamos algunos torrentes.


A medida que se inclina el sendero, los escalones de tornan más verticales formando un hermoso pasillo entre el bosque. Con la altura comenzamos a tener impresionantes vistas mucho más cercanas a la cordillera Vicalbamba y sus nevados entre verticales barrancos que descienden al fondo del valle.


Superado el desnivel de los 3.500 m. paulatinamente la vegetación arbórea va mermando hasta desaparecer. Volteamos una especie de collado con más vistas a los nevados y a nuestra próxima referencia: Abra Warmiwañusca, el Paso de la Mujer Muerta y cota más elevada del Camino Inca 4.215 m.

La Altitud comienza a hacer mella, hay que aminorar el paso y beber más a menudo haciendo breves paradas, los caramelos de coca ayudan. Los porteadores de otras expediciones que han salido más tarde nos adelantan a un buen ritmo pese a lo abultado de sus petates, la mayoría van mascando hojas de coca.


Es un largo tramo pegado a la ladera de la montaña que poco a poco se va inclinando más; en lo alto del Paso vemos pulular algunas personas que nos parecen diminutas como hormigas. Nos pasa gente más fuerte de otras expediciones, pero se nos dibuja una gran sonrisa cuando adelantamos a otros que han madrugado más.


Entre parada y parada admiramos el paisaje que aunque carente de vegetación es soberbiamente bello, y hacia atrás las nubes concentradas sobre los nevados. Físicamente Susi se encuentra bien pero nota la escasez de oxigeno en el aire. El último tramo es el más duro, vuelven los escalones y con ellos un esfuerzo añadido.


Despacio superamos el último repecho y alcanzamos el Abra WarmiWañusca (4.215 m.) nuestra máxima altura. La sonrisa de Susi es de una satisfacción increíble al comprobar que todavía hay gente llegando. Nos felicitamos todo el grupo y hacemos fotos del extraordinario paisaje que estamos contemplando.


De pronto aparece una botella de champan y unos vasos que Ronald portaba en su mochila. Todos acuerdan por unanimidad concederme el honor de descorcharla al ser el emérito del grupo. El corcho sale limpio y estruendoso; entre risas brindamos por el éxito conseguido. Salud.


Ronald nos pide que subamos unos metros más arriba para hacer un pequeño ritual dando gracias a la Pachamama. Nos sentamos en el suelo todos muy juntos, nos repartimos unas hojas de coca que colocamos debajo de unas piedras mientras Ronald musita unas palabras en quechua, es un entrañable momento místico.


Iniciamos la bajada por el nuevo valle. Desde arriba vemos como el camino serpentea por la margen izquierda y en un  momento dado retoma la subida. Nos abrigamos, el aire sube fresco. En la bajada vuelven los escalones pero en este sentido son factibles aunque las rodillas pueden resentirse.


El sendero se extiende por ambas laderas del valle, invadidas por matorral bajo, muy parecido a las matas de esparto y que en otoño comienza a amarillear, contrastando con las nubes de algodón atascadas en los nevados. Vemos como algunos torrentes se precipitan desde gran altura ladera abajo.


En la zona intermedia llegamos a Paq’aymayo donde muchas expediciones suelen acampar para pernoctar, pero nosotros solo tenemos la comida. Nos refrescamos, y tras la abundante y variada comida con una taza de mate de coca, emprendemos de nuevo la marcha cuesta arriba.

Otra vez los escalones son los protagonistas, los incas sabían que el sistema era infalible para superar fuertes desniveles en poco espacio, y además perduraban para siempre con un mínimo mantenimiento, resistiendo perfectamente a la temporada de lluvias torrenciales.

Llegamos a Runkurakay, “casa abandonada o derrumbada” situada a una altura de 3.760 m. entre densa vegetación. Es una construcción semi-circular, con una plaza central y recintos que bordean la construcción; en los muros se pueden notar nichos u hornacinas, así como puertas trapezoidales.

La función que pudo haber tenido, por el sitio estratégico en el que se ubica, es la de un lugar de alojamiento, tambo o sitio de control. Sin embargo, la forma de la planta puede dar pie a muchas interpretaciones, aún no estudiadas hasta el momento. Podemos ver abajo los campamentos de Paq’aymayo.


La zona es muy húmeda y tenemos que abrigarnos; seguimos subiendo entre una espesa neblina hasta el Mirador de la Laguna Cochapata donde tenemos la suerte de ver una taruka o venado andino en sus orillas. Es de tamaño medio y su pelaje casi gris. 


La bruma lo envuelve todo y el cansancio se refleja en nuestros rostros. Descendemos una tanda de escaleras para entrar por una grieta a una especie de túnel inca. En las zonas rocosas observaban las grietas, y con palos y piedras, poco a poco las iban ensanchando hasta convertirlas en un pasadizo.


Unos cuantos escalones más y llegamos al Abra Runkurakay donde en la bruma distinguimos dos lagunas mucho más pequeñas. Pasamos por el cruce de Saqyamarka por donde continuaremos mañana y poco más adelante vadeamos un torrente por un puente y llegamos a nuestro campamento donde todo está preparado para nuestra cena.

RECORRIDO: LINEAL.
AGUA EN RUTA: NO
DISTANCIA: 10 KM.
TIEMPO: 08:00 HORAS.
ALTURA MÁXIMA: 4.215 M. (ABRA WARMIWAÑUSCA) Paso de la Mujer Muerta.
DESNIVEL POSITIVO: 1.300 M.
DIFICULTAD: MODERADA. (Técnicamente no hay mayor dificultad que la aclimatación individual a la altura)


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